Sombras Invisibles. Capítulo I: Un equipo inesperado

La galaxia se hunde en la desesperación. Después de dos años de guerra, ni las fuerzas del ejército clon de la República ni las tropas de la Confederación de Sistemas Independientes parecen querer ceder. Masacre tras masacre, los ciudadanos de centenares de sistemas pierden la esperanza.

En Coruscant, la división entre los senadores aumenta. Los contrarios a la creación de un ejército siguen dudando de la utilidad y eficacia del los clones, mientras que los partidarios de una fuerza militar republicana piden un mejor armamento para hacer frente a la gran amenaza tecnológica separatista.

Pero una nueva oportunidad para ganar la guerra se abre ante la República. El biólogo Kon Tobara ha sido citado por el Canciller Supremo Palpatine para tratar una cuestión de gran importancia para el futuro de la galaxia…

El biólogo se había peinado la barba y asegurado de que tenía bien dobladas las mangas de su uniforme gris y negro antes de entrar en la oficina del Canciller Supremo. Pero, a cada minuto que pasaba, más nervioso se ponía el bothan. Kon Tobara no entendía por qué se le había citado allí. ¿Había hecho algo mal? ¿Había causado algún problema en los laboratorios de la República con sus experimentos? Todas las opciones que le pasaban por la cabeza le parecían disparatadas, no podían justificar la llamada que había recibido aquella mañana por parte del Vicecanciller Ameda. Intentando deshacerse de su preocupación, Kon empezó a echar un vistazo a la sala, fijándose en las cuatro brillantes estatuas que contrastaban con las paredes rojas. Mientras estaba mirando al horizonte que podía observar a través de la gran ventana del salón, escuchó unos pasos. Esperando ver a Palpatine, Tobara se giró rápidamente. Pero, para su sorpresa, se encontró de frente con un soldado clon explorador vestido con una armadura de color gris oscuro y manchas negras.          

—¡Buenos días! Soy CT-1155, a su servicio. Aunque me puede llamar Troncos.

Entrenado para no dejar opción a sus adversarios en los bosques como los de Kashyyyk, Troncos llevaba siempre con él su DC-15x modificado.

—Encantado, Troncos —dijo Tobara, agarrando la mano al clon—. ¿A ti también te ha citado el Vicecanciller?

—Sí, pero antes que me lo pregunte, no tengo ni idea de por qué.

Así, los dos se quedaron esperando unos minutos más, hasta que, finalmente, dos guardias del Canciller, con su uniforme azul y negro, y el propio Palpatine, vestido con su túnica roja, llegaron al salón.

—Bienvenidos, señor Tobara y CT-1155. En seguida les informo sobre por qué les he hecho llamar —se dirigió Palpatine a sus invitados—. Pero había dicho a Ameda que contactara también con CB-2314.

—Debe de estar estrenando, Canciller. Siempre está entrenando —respondió Troncos.

CB-2314 era otro soldado clon. Conocido también por el mote de Wounds, estaba especializado en los asaltos en espacios reducidos, y destacaba por su habilidad con la cuchilla que tenía equipada en su DC-15A rojo y negro. Vestido con una armadura de color blanco y tonos rojizos, con tres franjas rojas que cruzaban la parte delantera del casco y tres más en el pecho, llegó a la sala corriendo justo después de que Troncos se refiriera a él.

—Discu… Disculpe… Canciller… Me había… Olvidado… Por completo… De la  reunión —dijo Wounds, resoplando y mientras se quitaba el casco. 

—No se preocupe, CT-1155. Siéntense, por favor. Les he convocado aquí para algo muy importante para el futuro de la República —señaló Palpatine mientras ofrecía asiento a los dos soldados y al bothan. Seguidamente, se sentó en su sillón y encendió un holograma de un mapa estelar—. Supongo que sabrán que mi mayor deseo es poner fin a la guerra de una vez por todas, pero, como pueden ver en el mapa, las fuerzas de la Confederación de Sistemas Independientes no parecen retroceder. Muchos sistemas esperan nuestra ayuda, pero el número de tropas del ejército clon es más limitado que los droides de combate desplegados por toda la galaxia. Debemos encontrar una manera de acabar con todo esto.

—Canciller, hacemos lo que podemos —exclamó Troncos, que estaba visiblemente indignado—. Nuestros cuerpos no se pueden fundir y volver a utilizar como los de esos montones de chatarra.

—Perdone, señor. ¿Pero qué puede hacer un biólogo como yo para ganar a los separatistas? —preguntó Kon.

—Ahora lo entenderá, señor Tobara —el canciller apretó otro botón en su mesa y el mapa holográfico se amplió, centrándose en un planeta boscoso situado en la Región de Expansión—. Hace dos años, durante una batalla contra fuerzas antirrepublicanas en el planeta Mimban, nuestras naves recibieron algunas interferencias en sus comunicaciones. Pensando que eran causadas por las tormentas eléctricas en la atmósfera, los oficiales clon las obviaron, pero hace pocos días, mientras revisaban los archivos de los sistemas de comunicación de la flota, nuestros ingenieros encontraron algo especial —Palpatine volvió a apretar otro botón, y el mapa se convirtió en un fragmento de texto indescifrable—. Encontraron lo que parecía un código separatista entre los datos recogidos por las naves que lucharon en Mimban, y concluyeron que era lo que había causado las interferencias.

—¿Y dónde encajamos nosotros dentro de esta historia? —dijo Troncos.

Palpatine, después de cerrar el holograma, respondió:

—Además de lo que les he contado, los ingenieros también aseguran que el código contiene los planos de un nuevo proyecto tecnológico de la Confederación, pero no podemos obtenerlos ya que no están completos. La única forma de conseguir todos los datos es obtener el dispositivo desde el que se transmitieron, que estaba presente en algún punto de la superficie de Mimban en el momento que tuvo lugar la batalla. Su misión será viajar al planeta, comprobar si aún se reciben las interferencias y, si es así, encontrar el emisor.

—¿Y mis proyectos se van a quedar a medias? —preguntó Tobara—. Algunos de los organismos con los que trabajo tienen un ciclo de vida muy corto, y aún más si no reciben los cuidados necesarios. Cuando vuelva del viaje habré perdido meses de trabajo.

—Precisamente por sus avances en los estudios biológicos de animales y vegetales hemos decidido acudir a usted. El planeta Mimban es rico en fauna y vegetación, gran parte de estas desconocidas para nosotros, y, por lo tanto, para realizar este encargo es necesario alguien con un importante conocimiento en biología. Si accede a formar parte de la misión, la República se encargará de compensar sus pérdidas e invertirá una gran cantidad de recursos en sus nuevos proyectos —respondió el Canciller.

—En ese caso, accedo al encargo.

—¡Perfecto! —exclamó Palpatine—. Pues mañana a primera hora les esperará la nave que les servirá para llegar a Mimban. El droide de protocolo que será su piloto, BG-23, les dará más datos sobre la misión.

Kon, Troncos y Wounds se levantaron de su asiento y, cuando estaban a punto de salir del salón, el Canciller se despidió de ellos:                                                                     

—Suerte y que la fuerza les acompañe.

Al día siguiente, al amanecer, el androide BG-23 ya estaba llenando de provisiones la lanzadera estelar corelliana CSS-1 con el nombre de El Pionero. El color anaranjado del robot relucía bajo la luz del sol mientras subía el cargamento por la pasarela de la nave pintada de color dorado. Pocos minutos después, los tres miembros del equipo encargado de la misión habían llegado al hangar.

—¡Bienvenidos, señores! —se dirigió el androide a los recién llegados, haciéndoles una reverencia—. Pueden tomar asiento en la nave. Enseguida iniciaremos el viaje.

—Espero no arrepentirme de esto —suspiró Kon Tobara mientras subía por la pasarela de la lanzadera.

Troncos se dirigió al bothan y, entregándole un bláster DC-17, le susurró:

—Usted asegúrese de manejar bien esto, y seguro que no lo hace.                                

En ese preciso momento, BG-23 entró en la cabina, se sentó en su asiento y apretó algunos botones del panel de control de la lanzadera, haciendo que esta despegara. Dejando atrás en pocos minutos la superfície brutalmente urbanizada de Coruscant, El Pionero alcanzó la órbita del planeta y el androide de protocolo preparó el salto al hiperespacio.                                                                                                                   

—Tengo un mal presentimiento… —se resignó Tobara mientras en sus ojos se reflejaba el azul y blanco que, fuera de la cabina, sustituían poco a poco el negro firmamento lleno de estrellas.

 

Continuará…

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